Nuevas guerras... económicamente inteligentes.
“... llegó la oscuridad, nadie permaneció en el vacío, solamente los escarabajos en las profundidades. ” Profecía Hum.
El aislamiento internacional de la administración Bush, con su rechazo en los convenios sobre temas relacionados con la seguridad del planeta, favorece la pretensión de los halcones, de colocar a los Estados Unidos como los únicos proveedores mundiales de armamentos de alta tecnología. El alza de los costos, combinado con la disminución planetaria de los presupuestos militares, han provocado, que productores “menores”, dejen poco a poco el mercado de la guerra de alta tecnología, ya que no han sido capaces de “estar a tiempo”, para producir los sistemas e instrumentos bélicos de los conflictos mundiales de los días por venir.
A principios de los 90’s, se presentó una contracción en los gastos militares y en las adquisiciones de armamento. Por esta razón, los Estados Unidos abrieron una ofensiva hacia la exportación. El éxito de esta política, favoreció la baja en los costos unitarios, con lo que se pudo mantener la planta de las industrias aeroespacial, aeronáutica y electrónica estadounidenses, quedando así, en posibilidad de apalancar el salto tecnológico para la producción de la nueva generación de mercancías bélicas. Todo indica que la crisis económica actual, tienta a la administración Bush a una salida armamentista y al uso estratégico de las armas.
El gasto militar de los Estados Unidos en 1986, representó el 6.6% de su PIB, bajó al 3.9% en 1992 y a 1.7% en 1998. El presupuesto de la defensa de ese país, pasó de 360 mil millones de dólares en 1989 a 141 mil millones de dólares en 1998. A título comparativo, el presupuesto militar de la Gran Bretaña en 1998 fue de 36 mil millones de dólares, el de Francia de 30 mil y el de Alemania de 25 mil millones de dólares, representando el 2.6%, 2.2% y 1.2% de su PIB, respectivamente. Para empeorar el panorama de la época, las compras bélicas del tercer mundo también descendieron de 52 mil millones de dólares en 1988 a 20 mil millones en 1993.
El pregonado fin de la guerra fría y la recesión internacional de finales de los 80’s y principios de los 90’s, obligaron a los Estados Unidos a cambiar su política con respecto a su industria militar. En 1993, levantaron el embargo en la venta de armas a Polonia, Hungría y a las Repúblicas Checa y Eslovaca. En 1994, a los Países Bálticos, Rumania, Bulgaria, Albania, China y Argentina. En 1995, se retomaron las relaciones con Pakistán y se concluyó un acuerdo de cooperación con la India.
Actualmente se calcula que el comercio anual de armamentos en el planeta es superior a los 400 mil millones de dólares. En los 90’s, los Países Bajos, Gran Bretaña, Dinamarca, Finlandia, Suiza, Kuwait, Malasia, Arabia Saudita, Taiwán e Israel fueron los más importantes compradores de armamento norteamericano.
Si bien es Taiwán el principal comprador de las mercancías bélicas estadounidenses, el Medio Oriente es la región del mundo más consumidora de productos para la guerra. En los 90’s, los países de la región, gastaron en armamento, aproximadamente el 20% de su PIB, que representó el 55% de su gasto público. Vale aquí señalar, que en el Medio Oriente, el 1.35% de la población se encuentra en el ejercito, mientras que en los países industrializados esta proporción representa el 0.74% y en los llamados países del Sur el 0.41%.
El 80% del armamento que compran los llamados países del tercer mundo proviene de las firmas estadounidenses. Actualmente, estamos en ofertas, se venden los Awacs, F14, F15, F16, F18, C130 Hércules, Tanques M1, Abrams M1A2 (5 millones de dólares la unidad), Blindados Bradley, lanza cohetes múltiples, helicópteros Apache, mísiles Patriot y AMRAAM, todos ellos, mercancías de la tecnología bélica de los años 70’s, por lo que muy pronto su producción terminará -¿habrá que usar la chatarra?-, para dar paso a la nueva generación de “armamentos inteligentes”.
Las llamadas “armas inteligentes” o de nueva generación, requieren, para su concepción y producción, de fuertes inyecciones de capital, tecnología de punta y una estructura educativa, de investigación -industrial y militar-, a la altura del reto. La casi totalidad de los países, incluidos los “aliados” de los Estados Unidos, no cuentan con estos requisitos, por lo que su participación en el mercado bélico será cada vez menor.
Le queda al resto del mundo seguir comprando armas norteamericanas, o en su defecto, rusas, chinas, francesas o anexas, y así, poner su granito de arena, en la estructura bélica del planeta, para salvaguardar los bienes de los señores del poder.