Educación
País de púberes, municipio de infantes.
Palabras de Rod al condenar el destino de sus hijos celestiales
Mitología Jedd
Gladis Torres comentaba el otro día, a la salida de la secundaria, el caso de D. Rico, el Houdini de las estadísticas educativas, que habiendo nacido en la ranchería Doña Juana, en este municipio, actualmente se encuentra estudiando una Maestría en Administración en una Universidad de Texas, con una beca Fulbrigth-Garcia Robles.
En los ochentas D. hizo sus estudios básicos de primaria, en la escuela rural cercana a la ranchería Doña Juana. En ese tiempo el país contaba con aproximadamente cincuenta millones de habitantes, más de la mitad éramos menores de quince años y un poco menos de la mitad vivíamos en el campo. Junto con D. poco más de dos millones de estudiantes iniciaron su ciclo de estudio básico y obligatorio.
Cuando D. ingresó a la primaria, en 1983, el promedio escolar del país era de cinco y medio años de estudio. En las áreas rurales este promedio caía a los tres años escolares. En estos momentos podemos pensar que cuando ingresó D. a la primaria había en las comunidades aledañas cien prospectos a iniciar sus estudios, de entrada, veinte de ellos no lo pudieron hacer.
De los ochenta estudiantes que lograron ingresar a la escuela, poco más de la mitad pudo concluir sus primeros seis años de estudios. El Houdini de las estadísticas se mantuvo en los cuarenta y ocho que terminaron la primaria en 1988. A la Secundaria ingresaron solamente cuarenta y dos estudiantes, D. entre ellos. Para el año de 1991 treinta y un estudiantes terminaron los estudios de la secundaria. Setenta y nueve compañeros ya se habían quedado en el camino por complejas limitaciones. Algunos sumándose a los millones de analfabetos y otros tantos, portando escasamente algunos años de educación básica.
Para dramatizar el caso, en 1992 D. no pudo continuar con sus estudios de bachillerato debido a las persistentes y perversas carencias económicas. El Houdini trabajó un año como alfabetizador que le hizo ganarse una beca que le permitió ingresar al bachillerato tecnológico de la cabecera municipal. En el año de 1993, el grupo de compañeros de D. se había reducido en un ochenta por ciento, de cada cien jóvenes mexicanos, nacidos en el campo, en edad de estar estudiando la educación media superior, menos de veinte lograban ingresar al bachillerato.
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Tres años después, en 1996, D. y diez estudiantes más de su generación terminaron el bachillerato. Las estadísticas nos hablaban de una tasa de reprobación, en ese nivel, de cerca del cincuenta por ciento, no fue el caso de D. que obtuvo magníficas calificaciones.
De los once que quedaban, cinco lograron ingresar a la Universidad y solamente tres la terminaron. Esto es lo que narrarían fríamente los números. Es en este momento cuando D. inicia su fuga de las estadísticas. Primero, fuera de toda oportunidad, logró ingresar a una Universidad privada, en San Miguel (la que está por cerrar), mientras que la tónica es ingresar a una Universidad Pública.
Gracias al mérito propio, a los apoyos de su familia, de la Universidad y de una madrina del norte, el Houdini se convirtió en Contador Público en el año 2000, titulándose por medio de su excelencia académica. El día en que D. se tituló, noventa y siete compañeros de generación, en un periodo de diez y seis años, de alguna manera, se habían quedado atrás.
Las estadísticas nos muestran que solamente un quince por ciento de los egresados de las universidades en México continúan con estudios de postgrado. El quince por ciento de tres estudiantes provenientes del campo nos lleva a la necesidad de fraccionar a D. en partes y creo que esto ni el verdadero Houdini lo habría soportado. Más, si las fracciones de D. deberemos reducirla por el hecho de estar estudiando su maestría en el extranjero.
Visto de otra manera, de los dos millones de mexicanitos que iniciaron sus estudios junto con D. en 1983 menos de cien mil lograron terminar sus estudios universitarios y de éstos, catorce mil continuaron con estudios de postgrado, de los que solamente ocho mil lo terminarán en el transcurso del próximo año.
Como la canción, infantil y triste, de la pérdida de los perritos: de dos millones que tenía, más de uno no concluyó sus estudios de primaria, nada más me queda uno, uno, uno. Del millón que me quedaba, cuatrocientos mil no terminaron la secundaria ... De los seiscientos mil, que me quedaban, cuatrocientos mil no terminaron el bachillerato, nada más me quedan doscientos mil ... De los doscientos mil que me quedaban, ciento veinte mil no terminaron la licenciatura, ya no más me quedan noventa mil ... ochenta y cuatro mil no estudiaron un pos grado y nada más me quedaron seis mil, seis mil, seis mil.
Yuli, Dalia y Nat, para este momento ya habían salido de la secundaria y su preadolescente alegría la habían incluido en la plática. Observaron que si los mexicanos estamos en promedio en el segundo año de secundaria, sería como si la población tuviese trece o catorce años de edad. Y entre risitas y despedidas, señalaron que en ese caso, la población de Allende tenemos menos de nueve años.
Algunos datos estadísticos de finales del siglo XX:
Analfabetismo Grado escolar promedio
México 10 % 7.6 años
Guanajuato 15% 6.4 años
Municipio de Allende 20% 4.2 años