El tiempo en una cuerda.
“Ya estaban aquí, antes que todos, perdidos, como nosotros, desde antes de que viniera el tiempo” Del ritual citado el libro sasgrado del pueblo yamil,
En los helados que están en la calle de Hidalgo, Nicolás con su naturalidad de niño, expresó, en voz alta, su batería de preguntas; ¿es verdad que venimos de los changos o de otro planeta?, ¿desde cuánto tiempo está el hombre en la Tierra? Y que si eso estaba muy lejos, ¿qué tan lejos? Su hermano menor, el “Pinolillo”, inquietó aún más el calor del domingo moldeando el ambiente de la heladería al preguntar; si eso sería tan lejos como ir a la Ciudad de México, a London o a Berlín. ¿Será el Aleph en San Miguel?
Más allá de discusiones teológicas, supongamos que los científicos tengan razón, el llamado Big Bang, -supuesto origen del Universo actual-, se dio hace aproximadamente diez y ocho mil millones de años, otros prefieren la cifra de quince mil millones de años. En esto, miles de millones de años menos o más, nos pueden llegar a valer, pero quedémonos con la cifra más corta, quince mil millones de años. Pongamos este tiempo en una cuerda. Para que quepa, hagamos una reducción: por ejemplo, que un milímetro de cuerda represente un millón de años. La vida del Universo estaría contenida en una cuerda de ciento cincuenta metros, algo así como la distancia entre la casa museo Allende y el Correo.
El inicio de la vida en nuestro planeta lo ubican a tres mil millones de años, en el Precambio medio, o sea, a los treinta metros de cuerda. Así, para facilitar la cosa, podemos ir enredando la cuerda hasta que queden los treinta metros, que representan del origen de la vida a nuestros días, la cuerda enredada (doce mil millones de años), la cargamos, no sabemos nada de ésta, pero la seguiremos cargando.
Enredemos otros diez metros (mil millones de años más) para poder ubicar el surgimiento de las primeras células con núcleo (eucariontes) iniciándose así, entre otras complejidades, la reproducción sexual. Nos quedarnos así, con veinte metros de cuerda.
Para sospechar con alguna certeza sobre la evolución, veinte metros es aún mucho y cierto treinta enredados es mucho más. Enredemos otros catorce metros y quedémonos con seis metros sin enredar, que representan seiscientos millones de años, distancia que nos indica el momento en que la Tierra ya contaba con una extraordinaria biodiversidad.
En este último tramo de seis metros, se han presentado al menos cinco episodios de extinción masiva planetaria. Se recuerda el sucedido a los dos metros cincuenta (hace doscientos cincuenta mil años), que marcaría simbólicamente el origen de los dinosaurios y especialmente el que marca el fin de los mismos, a sesenta y cinco centímetros del final u origen de la cuerda.
La diversidad se acelera, hace 350 millones de años aparecieron los peces, a 260 millones los anfibios, hace 250 los reptiles, los mamíferos (¿le suena algo familiar?) aparecieron hace 225 millones de años y hace 150 millones los pájaros.
Ubiquemos en la cuerda a los primeros mamíferos en los dos metros veinticinco centímetros. Podemos enredar la cuerda hasta este punto, solamente para marcar el punto y seguir enredándola. Algunos mamíferos convivieron con los dinosaurios. Más pequeños, rápidos y agresivos, los mamíferos nos desarrollamos rápidamente en los últimos cinco centímetros de cuerda, por lo que podemos seguir enredando la cuerda hasta este punto.
Sigamos enredando lo poco que queda, en nuestras manos deben estar enredados casi los ciento cincuenta metros. Detengámonos a cinco o seis milímetros -que significan cinco a seis millones de años- antes de terminar de enredar toda la cuerda. Ahí señalemos el momento en que aparecen en la escena seres aventuradamente ligados a nosotros. Efectivamente, en días pasados informaron que en el nordeste africano han descubierto los restos de los que probablemente hasta ahora, de alguna manera, sean los más antiguos ancestros del hombre. Época en que se presentó la separación, del “hombre”, de los simios.
Desde hace algunos años, Lucy era de las más famosa africanas, vivió hace dos y medio millones de años (a dos y medio milímetros del final de la cuerda), talvez, por simpatía, a ella la consideraban punto de partida de las misteriosas ramas genealógicas que dieron origen (aproximadamente a un milímetro del final de la cuerda) al homo sapiens. Efectivamente, para hablar del hombre consciente de si mismo, debemos quedarnos con el último millón de años de la cuerda. Un minúsculo milímetro de ciento cincuenta metros de existencia del actual universo. Un milímetro, de treinta metros, cuando llego la vida. Un milímetro, de dos metros veinticinco, momento en que aparecieron los mamíferos. Un milímetro de un millón de años en que el hombre se vio como tal.
Si somos benevolentes, podemos decir que los hombres de hoy, tenemos parentela que se remonta a los cincuenta mil años -una veinteava parte de milímetro. Egipto, China, la India son culturas que nos dan señales de vida a diez mil años, una centésima de milímetro. Todo este rollo, como diría Isaac de Siria, pondera nuestro sentimiento de eternidad y de la permanencia como especie.
Por supuesto que Nicolás y el “Pinolillo” ya habían terminado sus helados y no pusieron atención a las eruditas reflexiones. Para hacer ver que todo se mantenía en la confusión yéndose preguntaron, primero la batería del hermano mayor: ¿qué hay después de la cuerda del tiempo?, ¿hay una o muchas cuerdas?, ¿también se hacen nudos? Y sin despedirse, el hermano menor sentenció: ¿quién está jugando con la cuerda?