¡No!, pa qué te cuento. No me lo vas a creer. Me dijo Juan en el antro, estaba pálido con cara de asustado y más o menos ebrio. ¡No me lo vas a creer!, repitió a tiempo que me acercó su rostro de cera y constaté que había tomado de más. Recuerdas lo de la fantasma que dicen que se aparece camino a la Cieneguita, pues vengo de la Cieneguita, llegué hace un rato, compadre, es increíble. ¿Recuerdas cómo nos reímos de todo eso?, la historia lleva años, desde que el camino era una terracería. Nos dijeron que por las noches saltaba en el cofre de los autos y las trokas –vestida de agente de tránsito- sorprendiendo al conductor y provocando accidentes, ¿recuerdas?
Desde que pavimentaron la carretera los accidentes están más fuertes, le comenté sin pensarlo mucho. No sé lo que habrá entendido, pero me abrazó fuertemente y acercó una vez más su rostro de espantado al mío, para decirme casi gritando: ¡Necesito contarle a alguien que me crea lo que me pasó hace un rato!