El atardecer se reposó con rosados y violetas en la calle de Canal, el puente Quebrada al contra luz fue el marco de tu presencia, fugaz, te miré o te imaginé, la luz rasante no me permitió mirarte claramente. Luego pregunté si alguien te había visto también, Juan me dijo que no te he alucinado, él sabe de ti, que vienes de Texas o de Aguascalientes, que viajas con un grupo de amigos y que quedaron de verse en el antro esta noche. Micha me dijo que habló contigo, que estás por terminar la carrera de agronomía por lo que tan solo te quedarás unos días. El padre Miguel también dio fe de tu presencia, me aseguró haberte visto fervorosa en el Oratorio, cubriendo tu cabeza con uno de esos chales que ya no se usan, lo mismo comentó la doña del Iris, que te vio triste y desmejorado cuando le pagaste las fotocopias del cuento de Fuentes que debías leer para la tarde, esta misma tarde de otoño de rosales y violetas en que tu presencia fugaz me hizo preguntar por ti. Don Julián nos comentó en el Jardín que don Pedro, el de la ferretería, te notó más alto y fuerte, de buen talante, le recordaste a su hijo, aquel que se fue pal norte dejando chamacos regados por todo el pueblo. Se que estás de paso, como todos, que pretendes quedarte, es cuestión de tiempo, en mi caso mi tiempo, el privado, el exclusivo, en tu caso, con tu camisa suelta, tu mirada luminosa vibrando con la vida intensa, gracias por haberte detenido a leerte unos momentos, para darte, en esta tarde, la misma tarde de otoño de rosados y violetas, en este puente de Quebrada en donde he sospechado siempre tu presencia.