¿Una experiencia inexplicable?

Por: Azul Miró

Revista Perfil San Miguel. 2010. San Miguel de Allende.

El cambio fue súbito, saliendo de la fiesta en los Frailes, subimos al auto y a unas cuantas cuadras empecé a sentir una especie de cosquilleos, el volante se me hizo como de esponja. Armando dijo que algo andaba mal, que las casas se le movían y que la calle la veía de plastilina. Nos calmarnos al pensar que algo nos debieron de haber metido los “amigos” en la bebida y nos dirigimos a la Cieneguita. El viaje de alucinaciones fue angustiante, había una mala vibra dentro del auto o en nosotros, la glorieta del Pípila fue como darle la vuelta al planeta, el tramo del puente inconcluso del bicentenario era la guerra, las señales no me decían nada y el tiempo se estiraba, se desdoblaba de una manera insólita, viajé en el infinito pero quería llegar a la casa, así explotó mi ansiedad, ustedes saben; taquicardia, dificultad para respirar, la muerte inminente. Armando de copiloto estaba pasado también un mal momento, no se porqué, pero estábamos en silencio.

Al llegar, justo antes de morir, o al menos eso creía, las cosas cambiaron radicalmente, llegó una calma santa de vida cristalina. El cambio fue sorprendente y también se vio en Armando. En silencio fuimos al laborado de foto que está a un costado de la casa, no encendimos la luz de seguridad, en la oscuridad absoluta nos sentamos en unos bancos. El cuarto oscuro es pequeño, Armando estaba a menos de dos metros, el silencio y la negritud eran agradables, había una mansa calma en el aire.

Estaba pensando tratando de explicar lo que estaba sucediendo, cuando la voz de Armando, bueno no era exactamente su voz, era como una voz impostada, me dijo que no me preocupara por entender o explicar nada. Me quedé frío primero, no abrí la boca, la voz era la de Armando, pero ni el tono, ni la manera de expresarse eran las de él, pensé que no era posible que estuviera leyendo mis pensamientos pero la voz me recriminó de inmediato por no aceptar lo evidente. Es comprensible que pienses que todo esto solo sucedió en mi imaginación, pero no es así, de verdad es la neta, la comunicación se dio, la voz de mi amigo me respondía y cuestionaba, Armando era como una especie de médium y yo le contestaba o hacía preguntas solo en mi mente. Me fue acorralando, que mi visión es estrecha, que es tan estrecha como la de un ser humano, eres muy humano, eres muy limitado me repetía. Mira, siente ... y yo me sentía en el paraíso o algo parecido, flotando en la oscuridad del cosmos en paz, de alguna manera feliz. La voz me invitó a quedarme en ese absoluto o eternidad divina y tuve miedo, me miré abajo en el cuarto oscuro, no quería morir en ese momento y se lo dije a la voz, no me presionó más, solo me recordó mis limitaciones.

Luego me preguntó si quería luz, pensé que sí y en ese momento brilló en el cuarto una luz angelical, vi el rostro de Armando en lágrimas, regresó la oscuridad y la voz preguntó si quería luz una vez más, pensé que sí y de nuevo se hizo la luz, la misma que ya no he vuelto a ver y Armando miró mi rostro humedecido.